¿Sabías que la primera referencia del ataúd se hizo en España?

El ataúd surgió con el objetivo de proteger el cuerpo del fallecido del entorno inmediato, debido a que desde tiempos remotos, el hombre ha buscado la forma de preservar el cuerpo de quienes tienen un valor significativo en su vida.

Remontándonos en la historia, Egipto fue uno de los primeros lugares donde se empezaron a utilizar los sarcófagos hace ya más de 4500 años, pues se creía que así el difunto tendría vida eterna. Los entierros egipcios se hacían introduciendo al difunto en enormes ataúdes de piedra pulida cubierta de jeroglíficos o en estuches fabricados en madera pintada con forma de ser humano.

Por otra parte, los Celtas en Europa, aproximadamente en el año 700 A.C., fabricaron cajas de piedras planas para enterrar los cuerpos de sus muertos; sin embargo, lo común era inhumar a los fallecidos y envolverlos en una manta como lo hacían los antiguos griegos.

Con el correr de los años, los ataúdes han registrado una gran evolución. Primero fueron los de piedra, luego y antes del siglo XIII, se utilizaron los de plomo, tan inalterables como la piedra. Desde el siglo XIII llegaron los de madera o, el ataúd de tablas. Una vez instaurada la costumbre de meter a los muertos en cofres, los ataúdes no han pararon de evolucionar y de acomodarse a las más novedosas tendencias del mercado.

Hasta finales del siglo XX, los ataúdes de madera  se podían elegir personalizados de acuerdo a la cultura y creencias de cada comunidad. El ataúd de madera se ha mantenido a lo largo de los siglos como un elemento icónico sin importar el idioma o creencias religiosas, pues es aquí donde se depositan los restos de los fallecidos para protegerlos en su exposición, transporte y entierro.

Sin embargo desde principios del siglo XXI aparecieron las nuevas prácticas de incineración en crematorios con la entrega a clientes de cenizas de sus seres queridos en urnas no biodegradables.

No ha sido hasta aproximadamente los  comienzos de  2020 cuando han aparecido las urnas biodegradables,  que integran las cenizas de los seres queridos junto con raíces de plantas y árboles dando la posibilidad de dar una nueva vida y recuerdo ecológico a los seres queridos. Nos queda mucho por ver , pero ésta perece ser la nueva tendencia funeraria que va a marcar el siglo XXI. Veremos un aumento de las cremaciones en detrimento de las inhumaciones y un aumento de éstas prácticas funerarias sostenibles y ecológicas que reducen el CO2 y aumentan las densidades forestales.

 

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